En la era digital, el consumidor ha evolucionado de ser un receptor pasivo a un actor primordial en la cadena de valor. Este cambio disruptivo viene de la mano del prosumer, un término acuñado por Alvin Toffler en 1979 que conjuga las palabras "productor" y "consumidor".
Hoy, el cliente prosumer no solo adquiere bienes y servicios, sino que participa directamente en su diseño, desarrollo y promoción, generando una relación de colaboración mutua entre marca y usuario que redefine las reglas del juego.
El concepto de prosumer emergió en "La tercera Ola" de Toffler, una obra visionaria que anticipó la transformación de la industria y el rol activo del individuo. Sin embargo, su consolidación vino con la digitalización masiva y el auge de las redes sociales.
La economía colaborativa y las plataformas en línea permitieron a los consumidores acceder a herramientas de personalización, expresar reseñas detalladas y co-crear productos en tiempo real. Esto ha generado un ecosistema donde la voz del cliente tiene un poder sin precedentes.
El prosumer moderno se distingue por:
Esta actitud va más allá de la simple transacción; implica una relación de confianza en la que el prosumer asume un rol estratégico para la organización.
La digitalización ha facilitado la recolección masiva de datos, convirtiendo cada interacción en una oportunidad de análisis. Plataformas de IA, big data y redes sociales contribuyen a huellas digitales rastreables que pueden ser explotadas para segmentación o manipuladas por terceros.
Por ello, la protección de la privacidad y la seguridad de la información se han vuelto imperativas. Normativas como GDPR o nuevas legislaciones exigen a las empresas devolver el control de los datos al usuario, promoviendo protección de datos personales y transparencia total.
En el sector energético, los prosumers generan su propia electricidad con paneles solares, gestionan el consumo bidireccional y venden excedentes a la red. Esto crea modelos de consumo bidireccionales y obliga a repensar infraestructuras y normativas.
En tecnología de consumo, la adopción de herramientas de IA ha escalado globalmente. Más de 1.7–1.8 mil millones de usuarios han experimentado con IA, mientras 500–600 millones la emplean a diario. Sin embargo, solo el 3% paga por servicios premium, lo que señala un enorme potencial de monetización e innovación.
La llegada del prosumer implica replantear procesos de investigación y desarrollo, marketing y atención al cliente. Las organizaciones deben adoptar modelos ágiles que integren retroalimentación continua del usuario para mantenerse competitivas.
Además, el prosumer plantea desafíos laborales: nuevas competencias, esquemas de incentivos y estructuras organizativas más flexibles que reconozcan su valor estratégico.
Implementar estas iniciativas fortalece la relación marca-cliente y genera ventajas competitivas sostenibles.
Mirando hacia adelante, el prosumer redefinirá el concepto de fidelidad y pertenencia. Las empresas que integren canales directos de participación y adopten tecnologías emergentes consolidarán ecosistemas donde el usuario no es receptor pasivo, sino socio activo.
La tendencia prosumer continuará expandiéndose a sectores como retail, entretenimiento y salud, imponiendo modelos de negocio más colaborativos, blandos y personalizados.
En síntesis, el cliente prosumer representa una transformación profunda y disruptiva que va más allá de un simple cambio de rol: simboliza la co-creación de un futuro en el que la innovación y la participación ciudadana convergen para construir productos y servicios más relevantes y sostenibles.
Referencias